Como fotógrafo, pocas experiencias capturan tanto la esencia de una comunidad como la XI San Silvestre de Candelaria, celebrada el 28 de diciembre. Esta carrera no solo es una competencia, sino una fiesta de fin de año que llena de color las calles de este pintoresco municipio. El evento refleja la energía de sus habitantes, quienes, con un espíritu festivo y deportivo, despiden el año de una manera única, y para mí, como fotógrafo, es un reto y un placer capturar cada uno de esos momentos.
Desde el primer momento, cuando los corredores se agrupan en la línea de salida, la atmósfera es de pura emoción. La ciudad se transforma, se llena de vida y se enciende con la alegría de quienes han decidido despedir el año de una manera especial. En medio del frío de la brisa del mar, las risas y la anticipación son las protagonistas. Las calles se llenan de una multitud diversa: desde los corredores más experimentados hasta los que participan por pura diversión, muchos de ellos vestidos con disfraces originales que aportan un toque de humor y color al evento.
Para mí, como fotógrafo, la oportunidad de capturar esa diversidad es clave. Las sonrisas de los niños, la concentración de los atletas, los disfraces divertidos y los momentos de compañerismo se funden en una serie de instantáneas que, más allá de la carrera, reflejan la calidez humana que define a la San Silvestre de Candelaria.
En cualquier evento deportivo, el desafío es capturar el movimiento de una forma que transmita la emoción del momento. Pero lo que hace especial a la San Silvestre de Candelaria es cómo los participantes, con sus pasos rápidos o su trote pausado, van dejando una estela de determinación. Los gestos de esfuerzo, las caras iluminadas por las luces de la ciudad y el reflejo del sudor en la piel son elementos perfectos para una fotografía llena de emoción.
El recorrido de la carrera, que atraviesa las principales calles de Candelaria, ofrece una variedad de escenarios que enriquecen cada toma: las luces frías de la mañana de diciembre que contrastan con la calidez de las sonrisas de los corredores, las sombras proyectadas sobre las aceras empedradas y los destellos de color de los disfraces. Estos detalles son los que, a través de mi cámara, intento inmortalizar para que cada fotografía no solo sea un registro de una acción, sino una expresión de la atmósfera que rodea a este evento tan especial.
Lo que realmente distingue a la San Silvestre de Candelaria es el espíritu de comunidad que se respira. Aquí, no se trata solo de la competencia individual, sino del apoyo y la camaradería entre los participantes. La carrera no es solo un desafío físico, sino también una oportunidad para compartir con amigos, familiares y vecinos. Al capturar los momentos previos a la salida, los abrazos, las palabras de aliento y las caras llenas de entusiasmo, me doy cuenta de que cada foto cuenta una historia mucho más allá de la carrera misma.
A medida que los corredores cruzan la línea de meta, puedo ver en sus rostros la satisfacción de haber logrado algo más que completar un recorrido: han formado parte de una tradición que une a la gente, un momento colectivo que se recuerda con alegría cada 28 de diciembre.
La XI San Silvestre de Candelaria es, sin duda, mucho más que una competencia. Es un encuentro de emociones, una celebración de comunidad, tradición y resistencia. Como fotógrafo, mi misión es capturar esos momentos fugaces pero significativos que definen el espíritu del evento: desde los pequeños detalles de la carrera hasta las grandes escenas de esfuerzo compartido.
Cada imagen es un testimonio de la alegría, el esfuerzo y la unión que caracterizan a este evento. La San Silvestre no solo representa el cierre de un año, sino también el inicio de nuevas historias, de nuevos retos y de la reafirmación de una comunidad que, con cada paso, demuestra su vitalidad y pasión.
Y así, con el eco de las risas aún resonando en las calles y la promesa de una nueva edición el próximo diciembre, Candelaria se despide del año con el mejor de los espíritus: unidos, celebrando la vida y mirando con optimismo hacia el futuro.
